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lunes, 31 de julio de 2017

LOS MÁRTIRES DEL EMPERADOR FILÓSOFO. LAS PERSECUCIONES DE LYON Y VIENNE

Escrito por Federico Romero Díaz

La visión general que los historiadores dan de los casi cien años que la dinastía Antonina gobernó Roma es muy positiva. Es común encontrarse con la expresión "La edad de Oro" o frases como "La época más feliz de la historia de la humanidad" (Edward Gibbon).

Como todas las visiones generales, ver estos casi 100 años como un siglo de prosperidad, paz y progreso ininterrumpidos, es un error en el que todo amante de la Antigüedad debe evitar caer. A pesar de ser un periodo de progreso con respecto a otros anteriores, no debemos dejar de tener presente que en estos años hubo graves conflictos bélicos con otras potencias en Dacia, Persia y también con las tribus bárbaras, cada vez más fuertes, del Danubio y del Rhin. La sociedad presentaba graves problemas de desigualdad y miseria .Políticas como las de Nerva o Trajano intentaron sacar del desamparo a los niños más pobres de Italia. Al final de esta época se extenderá por el Imperio la conocida como "peste antonina" (165-180 d.C), posiblemente una epidemia de varicela o de sarampión, que costó la vida a millones de personas y que debilitó gravemente amplias zonas del territorio romano.

Casi todos estos temas son ampliamente conocidos por el público en general, aunque hay un aspecto de este periodo que, sin embargo, se trata poco por los historiadores: las fuertes tensiones religiosas que comienzan a hacerse patentes en el seno de la sociedad.

El crecimiento en número e influencia de los cristianos provocará una reacción de desconfianza de las autoridades y del pueblo hacia este grupo religioso que se traducirá en un aumento progresivo del odio hacia los seguidores de Cristo que se desbordará con fuerza en situaciones y lugares puntuales, en especial bajo el gobierno de Marco Aurelio (161-180 d. C).



ANTECEDENTES.

A lo largo del gobierno de la dinastía, con algunos matices, el procedimiento seguido por todas las autoridades romanas con respecto a los cristianos vino marcado por las famosas directrices que Trajano dio en una famosa carta (pincha aquí si quieres leer el texto completo de la carta.) en respuesta a Plinio, el Joven, su gobernador en Bitinia y Ponto, alrededor del año 112 d. C. en las que básicamente se decía que:

     1.-Los cristianos no deben ser perseguidos por los representantes imperiales por propia iniciativa.
     2.-No se deben admitir denuncias anónimas.
    3.-Si el cristiano llevado ante el tribunal no se declara cristiano o se retracta y hace un sacrificio a los dioses romanos que, normalmente, consiste en quemar algo de incienso en honor al Emperador, debe ser liberado.
     4.-Si el cristiano persiste y se niega a sacrificar y a adorar a otros dioses debe ser castigado.

Estas pautas de actuación permitieron la supervivencia de la Iglesia primitiva, pero no evitaron la persecución de sus miembros por parte de algunos poderes locales que actuaban en ocasiones por exceso de celo, por denuncias particulares y en otros muchos casos, por presión popular. Se les acusaba de canibalismo, de ateísmo, al negarse a aceptar a los dioses romanos e incluso "de odio al genero humano" (Tácito). 

Trajano (98-117d. C).

Bajo su gobierno Plinio, el Joven, ordenó la ejecución de varios cristianos que se negaron a sacrificar ante los dioses. El propio Papa Clemente fue una de las primeras víctimas. Simeón, obispo de Jerusalén fue crucificado. También Ignacio, obispo de Antioquía fué arrojado a los leones en Roma.


                                                   Simeón, obispo de Jerusalén es crucificado.

 Adriano (117-138)

En estos años se condenó a Telesforo, Papa de Roma, a Sinforosa y a sus siete hijos . 
El Emperador ordenó que sobre el lugar en el que anteriormente se levantaba el Templo de Jerusalén, incendiado en el 70 d. C., se levantara un templo dedicado a la triada capitolina (Jupiter, Juno y Minerva) y en el sitio del Gólgota y del Santo  Sepulcro mandó construir otro dedicado a Venus.
No obstante, bajo su mandato emitió una respuesta al procónsul de Asia, Minucio Fundano, en el que se ordenaba acabar con las ejecuciones sumarias de cristianos, sin interrogatorio judicial previo y sin comprobar el delito. El procónsul no debía ceder a la presión popular. Ordenó que:
     1.- La condena a los cristianos debe ser emitida tras un correcto y completo proceso judicial.
     2.-Esta condena solo está permitida si se ha probado que los cristianos acusados han ido en contra de las leyes romanas.
     3.- El castigo debe ser proporcionado al delito.
     4.-La acusación en falso debe ser severamente castigada.
Estas reglas mejoraron sensiblemente la situación, en especial en Asia.

                                              Incendio y saqueo del Templo de Jerusalén. 70 d.C.



Antonino Pío (138-161 d. C.)

Fue un verdadero devoto del culto tradicional romano que siguió las pautas marcadas por sus antecesores con respecto a los cristianos. Entre los martirizados destacaron el obispo de Esmirna Policarpo, que en el 155 d.C. murió en la hoguera a los 86 años de vida, tras un proceso llevado a término por el procónsul Estacio Cuadrato en el que la presión popular para que fuera ejecutado fue considerable.

Marco Aurelio (161-180 d. C.)

Bajo su gobierno se produjo un agravamiento de la persecución contra los seguidores de Cristo, debido a la suma de dos factores clave:
     
      1.- La actitud personal del Emperador. En sus escritos se puede apreciar el desprecio que sentía hacia esta religión. Al parecer consideraba el sacrificio de los cristianos en lo que ellos llamaban "martirio", como una ilusión falsa y necia. No obstante su administración seguirá ateniéndose, en lineas generales, a las pautas dictadas por Trajano.
      2.- El malestar generalizado que comienza a instalarse en la sociedad romana, debido a las continuas guerras que Marco Aurelio debe mantener frente a los bárbaros, a las catástrofes naturales y a la terrible peste antonina que costará la vida a millones de habitantes del Imperio debilitándolo gravemente.En esta situación el pueblo utilizará a los cristianos, cada vez más numerosos y visibles, como una válvula de escape, culpándoles de todos los males que se van sucediendo. Según Tertuliano (apologetium, V, XII) el clamor en situación de crisis era siempre el mismo: " Cristianos a los leones".

                                                            Ejecución de una joven.

Algunos autores cristianos como Melitón de Sardes o Atenágoras se atreverán a  protestar ante Marco Aurelio por la expoliación de las propiedades de los devotos de Cristo en diferentes partes del Imperio. En Asia Menor, el populacho saqueó el patrimonio de los cristianos, siendo ejecutados en Pérgamo el obispo Carpo, el diacono Papilo y Agatonice. En Laodicea sufrirá el martirio el obispo Sagarís.

En Roma se incrementa el odio del pueblo y la desconfianza de las autoridades imperiales y de los intelectuales hacia ellos. Se desarrollará una activa propaganda literaria dirigida por personas muy próximas y apreciadas por el Emperador. Por ejemplo, Luciano de Samosata les satiriza como si fueran un grupo de fanáticos ignorantes. También Fronto, el preceptor y amigo íntimo de Marco Aurelio, les denunció en un discurso formal y el filosofo Crescencio, intervino en una disputa pública con el pensador cristiano Justino, que al parecer había fundado en la capital imperial el Didascáleo romano, una escuela de filosofía cristiana. La polémica le costó la vida a Justino, que fué ejecutado en el 165 d. C. siendo el prefecto Junio Rústico, que también condenó a Caritón, a Caridad, al esclavo imperial Evelpisto, a Hiera y a Liberiano.

                                                                  Ejecución de Justino.
   
Persecución de Lyon y Vienne(177 d. C).                                        

Esta persecución, tal y como nos la cuenta Eusebio de Cesarea (H.E.5.1.7), estuvo precedida por la violencia colectiva contra los cristianos que sufrieron robos, asaltos y lapidaciones previas a la apertura del proceso que llevaría a la mayor parte de los seguidores de Cristo de esas dos ciudades a la muerte. Al parecer estaban excluidos de las plazas y de los baños, les sorprendían y les perseguían a gritos.Toda esta situación estalla en el verano del 177. Se habían reunido en Lyon representantes de toda la Galia para las fiestas del culto imperial. Es en este contexto cuando explota el furor contra esos cristianos considerados por los demás como un verdadero problema para el buen funcionamiento del Imperio.
El numero de cristianos en ambas ciudades era importante. Una parte muy importante de la comunidad de esas dos ciudades provenía de Oriente, siendo su nivel social muy variado. Entre ellos había esclavos, nobles, médicos, artesanos, etc. La mayor parte de ellos fueron sometidos a tortura, siendo solo diez, según Eusebio de Cesarea los que se retractaron de su fe y sacrificaron en honor del Emperador. Con respecto al número total de ejecutados se calculan que fueron unas 70 personas. Analizaremos brevemente los casos mejor conocidos:


                                                Seis de los mártires más conocidos de Lyon y Vienne.
                                               Blandina, Pontico, Atalo, Alejandro,Maturo y Sanctus

          El obispo de Lyon, Potino( ca. 87-177 d.C)
 Era una persona de casi noventa años que fue llevado ante el tribunal. Al no renegar de sus creencias fue golpeado y encerrado en una mazmorra donde murió a los dos días por sus heridas.

         Blandina, la joven esclava.
Es una de las mártires de Lyon más conocidas. Era cristiana, esclava de una dama, también cristiana. Según Eusebio de Cesarea fue llevada ante el tribunal y sometida a todo tipo de tormentos. Primero fue violada, a continuación puesta sobre una parrilla de ardiente, arrojada después envuelta en una red a los toros para ser corneada. Finalmente fue degollada.

                                          Blandina, envuelta en una red es corneada por los toros.
         
          Póntico, el joven.
Murió junto con Blandina, el último día de las fiestas. Su corta edad de 15 años no le libró de la tortura que, debido a su juventud no pudo el  aguantar el tormento al que fue somentido demasiado tiempo.
       
         Sanctus, el diacono de Vienne.
Se negó a dar su nombre, procedencia o condición social al  tribunal. Se limitaba a responder "soy cristiano". Fue condenado a tortura en la parrilla ardiente y a ser arrojado a las fieras en el anfiteatro donde finalmente encontró la muerte.

         Maturo, el neófito.
Maturo, no es una de las personalidades más destacadas de la iglesia de Lyon o Vienne. Le tocó sufrir los diferentes tormentos junto a Sanctus. Tras las torturas del interrogatorio, fueron sometidos a pasar entre dos filas de hombres provistos de látigos. Sufrieron el suplicio de la silla ardiente de hierro, para ser finalmente degollados

         Biblis, la arrepentida.
Era una dama de origen oriental, que por miedo a las consecuencias, negó su condición de cristiana ante el tribunal. Según Eusebio de Cesarea, cuando fue sometida a tortura para que declarara que los cristianos se alimentaban de carne humana afirmó ser cristiana e increpó a sus interrogadores."¿Como pueden los cristianos devorar a los niños, si ni siquiera comen la sangre de los animales?". De esta afirmación se desprende que muchos judeo-cristianos de Oriente, como Biblis, respetaban la prohibición del Sínodo de Jerusalén de alimentarse de animales ahogados y de la sangre de cualquier animal."
   .
        Atalo, el noble de Pérgamo y Alejandro, el médico frigio.
Ambos provenían de Oriente. Atalo era una persona de buena posición social y ciudadano romano. Fué sacado con los demás a las fieras del anfiteatro, pero cuando el legado imperial supo de su condición legal como ciudadano romano, le hizo volver al calabozo, junto a los demás cristianos que ostentaban esa condición y que por lo tanto tenían derecho a no ser torturados y a que se les ejecutara por decapitación. Sin embargo el representante imperial, para satisfacer a la multitud cambió de opinión y condenó a Atalo al suplicio en la arena del anfiteatro, junto al médico Alejandro, que se había delatado así mismo al protestar ante las autoridades por el trato dado a sus compañeros de fe. Ambos fueron sometidos a tormento y ejecutados públicamente para divertimento de la muchedumbre.

     
Los cuerpos de todos ellos fueron arrojados al Ródano.

Con respecto a la responsabilidad de los representantes imperiales y del propio Marco Aurelio en lo sucedido, debemos aclarar que hubo mucha presión popular sobre las autoridades para que actuaran contra los cristianos. El legado imperial consultó a Marco Aurelio sobre la forma de proceder contra estos seguidores de Cristo, algunos de los cuales eran además ciudadanos romanos y que por lo tanto gozaban de ciertos derechos legales. La respuesta de Marco Aurelio fue clara. Había que devolver la libertad a los que abjuraran. A los que persistían, decapitarlos si eran ciudadanos romanos y si no lo eran, había que condenarlos a morir en el anfiteatro.

CONCLUSIÓN.

Tras dar un repaso a la persecución de los cristianos desde Trajano hasta Marco Antonio podemos concluir que:
          1.- Los emperadores de esta dinastía se atuvieron, con algunos matices, a las instrucciones que Trajano le dio a Plinio, el Joven, Gobernador de Bitinia y Ponto.
              2.- La actitud hostil de la población "pagana" creó un ambiente y un modo de interpretar la realidad ,según la cual, ser cristiano era incompatible con el estilo de vida en el Imperio Romano.
               3.- De esa creencia nació una especie de aforismo legal que permitirá a las autoridades el castigo a los cristianos, por el simple hecho de serlo.
        4.- Las persecuciones que se produjeron tuvieron un cacárter local. No fueron impulsadas o coordinadas desde Roma. Surgieron de forma esporádica, a veces provocadas por el celo de los gobernadores locales que reaccionaban ante la denuncia de algún particular, a veces por el pueblo que les culpaba de diversas calamidades del momento histórico.





BIBLIOGRAFIA

Eusebio de Cesarea.- HIST. ECCL; IV y V)
Eusebio, Historia de la Iglesia.- Paul Maier.-Portavoz, 1999.
Plinio, el Joven.(Epistolae X.96).
Historia del cristianismo.- Alain Corbin et. al..-Ariel 2013.
Historia de la Iglesia Primitiva. Desde el siglo I hasta la muerte de Constantino.-E. Bachousey, C. Tylo. Edit CLIO, 2004.








jueves, 6 de julio de 2017

AÑO 80 D.C. EL OTRO GRAN INCENDIO DE ROMA

Escrito por Federico Romero Díaz, autor de la novela No lleves flores a mi tumba.



De todos es conocido el gran incendio que asoló Roma bajo el gobierno de Nerón, el mes de julio del año 64. d.C.. La literatura, el cine y la pintura se han encargado de representar ampliamente este suceso que ha quedado grabado en nuestro imaginario colectivo. Por poner un ejemplo, todos recordamos la escena de la película “Quo Vadis” en la que Nerón, encarnado por el actor Peter Ustinov, canta mientras Roma es quemada por sus hombres.

Lo verdaderamente extraño es que en el año 80 d.C.., tan solo dieciséis años después, siendo emperador el breveTito Flavio Sabino Vespasiano, se produjo uno de similar magnitud que apenas conocemos, a pesar de ser mencionado en diversas fuentes.




Leer el artículo completo en Arraona romana.

martes, 4 de julio de 2017

BREVE RESEÑA DE LA CAÍDA DE LA REPÚBLICA, DE JOSÉ BARROSO.

Escrita por Federico Romero Díaz.

Tras la lectura de la novela de José Barroso "La Caída de la República" he considerado que se merece una reseña, para que el mayor numero de personas conozcan más detalles sobre la obra y el autor.

José Barroso es un escritor granadino, que como muchos de nosotros, tiene que repartir su tiempo entre otro trabajo, que es el que nos da de comer, y su pasión por escribir. " La caída de la República ", no es su primera novela, antes ha escrito otras dos: " El secreto de Arunda" que está ambientada en Ronda, durante su reconquista por los Reyes Católicos, y "El ocaso de Alejandría" que abre la saga centrada en la transición de la República de Roma al Principado primero y al Imperio después. "La caída de la República" sería la segunda entrega de esta saga.



Centrándonos en esta obra, he de decir que es de una prosa muy fácil y narrativa, siendo su lectura fluida y sin complicaciones. José le ha dado prioridad a lo narrativo evitando las largas disquisiciones filosóficas y las detalladas descripciones, enemigas mortales de una novela entretenida.En este relato predomina la acción, consiguiendo el autor que el lector no desconecte de la historia en ningún momento.

Esta claro que la obra debe ser enmarcada dentro del género de la novela histórica, aunque a mí, personalmente me gustaría incluirla dentro del grupo de la historia novelada. José Barroso es un escritor que se documenta muy a fondo, casi nada de lo que dice es propio, todo sale de las fuentes clásicas, de Plinio, de Tito Livío, etc. Lo sé con certeza porque en esta misma página he tenido el honor de publicar un par de artículos suyos en los que destaca lo exhaustivo de su documentación. Yo pensaba que esta manera de escribir era propia solo de sus artículos sobre historia, pero me equivocaba, lo lleva también a la novela. Lo que consigue José en esta narración es novelar la historia de Octavio Augusto, no hay licencias a la fantasía, ni a prácticamente ningún personaje ficticio. Hasta el orden de la historia es cronológico. La novela es pura historia documentada muy a fondo, pero magistralmente novelada. He leído mucho a lo largo de mi vida y solo he visto narrar tan bien la historia pura y dura, sin concesiones a la ficción, al gran periodista italiano Indro Montanelli, autor de Historia de Roma, uno de mis libros más queridos. José Barroso tiene el don de contarnos la historia más rigurosa como si fuera un relato apasionado y ficticio. Espero poder disfrutar pronto de ese don en la tercera entrega de su saga.

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